El seguimiento regular cada diez o quince días a cada centro permitió ir corrigiendo los problemas que iban surgiendo. Lo más usual fue que la temperatura no se mantuviera por encima de los 25o, que el material estuviera muy seco o muy húmedo, o la ausencia de volteos diarios. Se les ofreció a los centros interesados la posibilidad de impartir charlas informativas, con soporte audiovisual, para el alumnado interesado, que han sido muy bien recibidas.
Después de varios años con el programa en marcha los resultados son cada vez mejores, aunque ha sido necesario esperar a que fueran terminando los procesos de compostaje para que, en la mayoría de los casos, entendieran qué estábamos intentando producir. Hay que tener en cuenta que los docentes no suelen estar familiarizados con los procesos de gestión de la materia orgánica y este programa viene a sumar más trabajo a sus ya bastante ocupadas agendas. A esto se ha sumado la irrupción de la pandemia provocada por el COVID-19, que ha trastocado todos los protocolos de actuación en cada centro.
Como conclusiones generales podemos compartir lo siguiente:
– Los centros donde hay una persona responsable y estable son los que mejor resultado presentan.
– En caso de proveerse de materia orgánica de la propia cocina, es importante separar los líquidos. Demasiada humedad genera anaerobiosis, pudrición y aparición de moscas.
– La necesidad de estructurante es un factor clave y se intenta solucionar distribuyendo desde el Consorcio monte picado. Los centros con jardín, que son la mayoría, podrían solucionarlo por ellos mismos si contaran con una picadora eléctrica de las usadas en jardinería.
– El producto resultante se está usando en semilleros y directamente en la huerta, con muy buenos resultados, lo que indica la buena calidad del sustrato producido.